viernes, 23 de enero de 2015

Miércoles 30 de Junio: un día agridulce

Nos levantábamos el  miércoles con los mismo planes del día anterior, doble visita y a darlo todo con nuestros pequeños.

La llegada se produjo igual que los días anteriores, primero Francisco Vladimir y después Anna, pero este día ya llegaron mucho más relajados y tranquilos. Es imposible borrar la imagen de la llegada de Anna, con un vestido rosa con flores de un tono más fuerte y unos encajes, ella encantadísima de su modelo super rosa, tanto que nos deleitó cantando y bailando, para lucir bien sus mejores galas.

Ese día Anna nos mostró tanto su faceta más artística como la más irreflexiva, Anna en estado puro, lo cual nos hace pensar que ya se encontraba cómoda con nosotros para mostrarse natural y tener un par de berrinches propios de su edad.

Cuando llevábamos un rato jugando con ellos, nos indicaron que la directora de la casa cuna quería hablar con nosotros, ya que había estado fuera y no pudo estar en la reunión del primer día, cuando la psicóloga, pediatras y cuidadoras nos habían dado el historial de los pequeños. Era una señora joven, muy amable y que hablaba con gran conocimiento de sus niños. Nos dijo que se alegraba que fuéramos una pareja joven porque nuestros hijos demandarían mucha vitalidad y nos dio varios y muy buenos consejos sobre la adaptación de los niños una vez en España. Nos hizo una reflexión muy profunda acerca de la personalidad de los niños institucionalizados y le estamos enormemente agradecidos de la franqueza con la que nos habló en todo momento. Cada información recibida nos será de ayuda en su educación.

Como el resto de días Francisco Vladimir seguía tranquilo, demandando caricias y besos de sus recién conocidos papis, no lo podíamos creer, Francisco me decía que era imposible ser más tranquilo y que agradecía que no supiera español, pues yo en cada abrazo le decía que me lo iba a comer y claro, el pobre iba a pensar que su madre era una caníbal jaja.

Ese día nos permitieron que la mañana de juego se alargará y estando jugando con Anna en el suelo pidió que me levantará y la cogiese en mis brazos para después darme un beso ¡casi me desmayo!, luego me cogió de la mano y nos sacó al pasillo, guiándonos hasta una puerta, pero al frenarnos y no acceder a su petición (cosa que nos hubiese encantado pero que no estaba permitido) se cogió su segunda pataleta. Después de tranquilizarla ya nos dijeron que era la hora de que los pequeños almorzaran y descansaran.

Cuando íbamos de camino hacia el hotel, preguntamos a Nadia a que hora nos recogería Irina para volver por la tarde y nos dijo que ya no volvíamos más. Imaginaros nuestras caras, ni siquiera nos habíamos despedido bien de nuestros pequeños. ¿Sería ese el motivo de esas muestra finales de cariño de Anna y la insistencia por llevarnos a lo que intuimos que era su habitación?, me encanta pensar que intentaba decirme que recogiésemos sus cosas para venir con nosotros y a la vez se nos parte el alma pensar que aun sin saber lo que le espera fuera de allí está deseando conocerlo, nuestra hija es una valiente.  

Nos sentamos a la mesa Nadia, Francisco y yo, intentando ambos contener lo que era inevitable, fue imposible no ponernos a llorar, a pesar de que nos consolaba pensar que quizás era lo mejor para ellos, que de este modo le evitábamos un mal rato.

Por la tarde quedamos con Irina y Nadia para firmar una documentación y por primera vez vimos un documento con sus nombres y nuestros apellidos, a pesar de ello no se nos quitó el nudo del estomago, ese que llevamos desde aquel día.




No hay comentarios:

Publicar un comentario